¿Qué es la Bursitis?
La bursitis es la inflamación o irritación de unas bolsas llenas de líquido, llamadas bursas, que se localizan en algunos lugares donde hay puntos de roce, como los músculos, los tendones o los huesos. La misión de estas bolsas es ayudar al movimiento de las articulaciones y evitar fricciones entre ellas.
La bursitis se manifiesta, sobre todo, en los hombros, rodillas, caderas, pelvis, codos, muñecas, dedos de los pies y talones, es decir, aquellas zonas donde el movimiento articular es más repetitivo diariamente. Cabe destacar que existen dos tipos:
Aguda: Se detecta cuando la articulación afectada adquiere un color rojizo y cuando al tacto tiene una temperatura superior al resto del cuerpo. Es dolorosa y suele ser causa de una infección o gota.
Crónica: Puede ser el resultado de haber sufrido con antelación el tipo agudo. Este tipo de bursitis puede durar unos días o extenderse durante semanas. Normalmente es reincidente.
Bursitis: ¿Cuáles son las causas y síntomas?
Aunque en muchas ocasiones se desconocen los orígenes de la enfermedad, la causa principal de la bursitis es el uso excesivo de una articulación. La repetición diaria del mismo movimiento o realizar un sobreesfuerzo en las articulaciones puede provocar su aparición. De hecho, en algunas profesiones manuales es habitual que se manifieste esta patología.
Además de la sobrecarga, la bursitis puede aparecer tras sufrir un traumatismo, tener una infección o como consecuencia de tener otras enfermedades, como gota o artritis reumatoide o infecciones.
La bursitis se caracteriza por el dolor y/o la incapacidad para realizar ciertos ejercicios o movimientos habituales en la vida diaria. Los síntomas variarán dependiendo de la zona del cuerpo que esté afectada, como:
Dolor articular y sensibilidad al presionar la zona que rodea a la articulación.
Rigidez y dolor al mover las articulaciones.
Enrojecimiento de la zona afectada, hinchazón y en algunos casos fiebre.
¿Cómo prevenir los casos de bursitis?
Si bien no todos los tipos de bursitis pueden prevenirse, puedes reducir el riesgo y la gravedad de al cambiar la forma en la que realizas ciertas actividades. Por ejemplo:
Utilizar rodilleras: Utiliza algún tipo de almohadilla para reducir la presión en las rodillas si tu trabajo o pasatiempo requiere que pases mucho tiempo arrodillado.
Levantar objetos de forma correcta: Cuando levantes algo, dobla las rodillas. Si no doblas las rodillas, harás más esfuerzo.
Poner sobre ruedas y empujar las cargas pesadas: Al llevar cargas pesadas haces más esfuerzo con los hombros. En su lugar, utiliza una carretilla o un carrito con ruedas.
Tomar descansos frecuentes: Cuando hagas tareas repetitivas, altérnalas con un descanso u otras actividades.
Mantener un peso saludable: Tener sobrepeso provoca más esfuerzo en tus articulaciones.
Hacer ejercicio: Fortalecer los músculos ayuda a proteger la articulación afectada.
Realiza estiramientos: Entra en calor y estira antes de actividades deportivas para protegerte de lesiones a las articulaciones.